Foto: LA NACION / Emiliano Lasalvia
Ph Adrian Escandar
Julio de VIdo está frente a los jueces. A su espalda, pegados al vidrio lo acechan muchas palabras “justicia” y la cara de las víctimas. La imagen impensada me lleva hasta aquellas horas después del choque del tren con el andén…
Estoy en el Hospital Durand. Hay mucho movimiento de ambulancias y de gente que busca pasajeros del tren de la tragedia.
La vi venir hacia nosotros, decidida. Esa mujer trataba de mantenerse tranquila aunque necesitaba una respuesta ya, una chica y un chico la acompañaban. Cámaras y Periodistas estábamos frente a la puerta de la guardia.
-Busco a Lucas, es mi hijo viajaba en el tren, me dice.
Los periodistas no teníamos ninguna lista de heridos ni víctimas.
-Deberías preguntar en la guardia, respondí., mirando hacia esa puerta grande que estaba a 2 metros.
Recuerdo que con otros colegas le grabamos una nota Aquel día, ella era una más entre otras personas que buscaban a gente del tren…
El juicio a #JulioDevido está empezando y mi cabeza sigue en aquellos días de febrero.
Tres días después del desastre de #ONCE, era viernes. Las víctimas eran 50, había muchos heridos y un desaparecido: Lucas, el mismo que buscaban en el Durand. Su búsqueda era tema nacional.
Esa tarde de viernes hacía guardia en la Estación. Habían colocado una tela negra y mamparas de madera grandes para que no se viera el tren. Todo sucedió muy rápido como en general suelen pasar las cosas. Volvieron a revisar el chapa 16 y Lucas Menghini Rey estaba ahí, era la víctima número 51í. Antes nadie lo había visto. Era el corolario de tanta irresponsabilidad-dejadez-corrupción
Conté esa triste noticia por teléfono en TN.
Empezaron a llegar manifestantes y lo que siguió fueron 3 horas de choques con la policía y descontrol adentro y afuera de la estación Once.
La mamá de Lucas, esa mujer que me preguntó en el Hospital por su hijo, iba a convertirse en la abanderada de los que queremos justicia, en un país lleno de in-justicias…
Ahora que a Devido le llegó la hora, yo sigo pensando en esa mujer a la que la vida y la corrupción le quitaron lo que más quería.
Siento que ha transformado dolor en pelea, y tantas lágrimas en fuerzas para que no se detenga nunca ese reclamo de justicia.